More Website Templates @ TemplateMonster.com - August 15th 2011!
Pueblos Originarios En América ya existían civilizaciones. América no fue descubierta, fue invadida y saqueada.

La Argentina es un país sin indios

Las campañas militares que el Estado Nacional encaró a fines del siglo XIX para someter a los pueblos indígenas inauguran, por casi una centuria, la explicación respecto al destino de las comunidades originarias: el discurso de la “eterna extinción”. Este discurso forma parte de un “no relato” o un “no evento” (Troulliot 1995), es decir un silencio con pocas menciones breves, ambiguas y contradictorias respecto a lo que había pasado con los indígenas argentinos. El punto de partida de dicho relato es una supuesta “extinción” generada por la Conquista del Desierto. Extinción celebrada como un éxito civilizatorio que, tiempo después, adquirió en algunos sectores de la sociedad la forma de lamento o denuncia en términos de una Argentina los indígenas son pensados como marginales, pocos en número, sobrevivientes en algún rincón del territorio o bien impuros, en tanto ya habían sido asimilados –mestizados con la población criolla.

En ese contexto, las políticas de exterminio no fueron analizadas por la historia argentina, salvo en la propia historiografía militar que autodenominaba a la expansión como una gesta patriótica. Se daba por sentado que nuestro país era un país sin indios, conformado por un aluvión inmigratorio y, por tanto, “descendía de los barcos”. Sin embargo, en las últimas décadas del siglo XX, diversos investigadores comenzaron a indagar en el destino final de los indígenas sometidos y a utilizar el concepto de “invisibilización” para explicar las políticas de silenciamiento de “lo indígena”.

Enrique Mases es uno de los investigadores que pertenece a este último grupo. Publicó en 2002 una de las primeras obras que analizaba en forma sistemática, a través de fuentes oficiales, eclesiásticas y periodísticas, el proceso de reducción, deportación y distribución de los indígenas desde los territorios incorporados en Pampa y Patagonia hacia los polos de desarrollo económico del país, el impacto de esa situación en la opinión pública –principalmente porteña– y los debates suscitados por el devenir de los indígenas sobrevivientes hasta su total incorporación en el cuerpo de la nación. De igual forma, Marcelo Lagos (2000) hizo lo propio para el Gran Chaco analizando las políticas de violencia sistemática con el avance sobre la frontera del nordeste argentino.

Desde entonces, una serie de trabajos han revelado las políticas de dispersión, de concentración, así como otras formas de invisibilizacion/cambio de la identidad a través de bautismos o la incorporación forzada de indígenas a las filas del ejército. También son conocidos los sistemas de distribución de prisioneros que fueron implementados a partir de la década de 1870, no solo en la Conquista del Desierto, sino también en la Conquista del Desierto Verde. La invisibilizacion fue, entonces, una política que incluyo el desmembramiento de las comunidades indígenas, procesos de “demarcación” identitaria, además de prácticas de incorporación violenta de niños, mujeres y hombres a espacios institucionales ajenos (desde las Fuerzas Armadas, hasta reducciones estatales y misiones religiosas, pasando por casas de familias y estancias de terratenientes o ingenios azucareros en el norte). Este tipo de políticas sumaron, a la enajenación del territorio indígena, la enajenación de los “cuerpos”, de las identidades de los sujetos que dejaron de ser percibidos por el imaginario social como indígenas, para subsumirse en sectores marginales bajo las denominaciones de “peones”, “domesticas” o, simplemente “paisanos”.

Argentina es un crisol de razas

  • La expresión “crisol de razas” se ha utilizado para representar sociedades heterogéneas que se convierten en homogéneas a partir de la “integración”. El termino crisol proviene de la minería y alude a un recipiente donde se funden los metales. En esta expresión lo que se mezcla y unifica son las “razas” humanas (termino que también amerita un debate). La expresión “crisol de razas” y otras similares se utilizaron en numerosos países, no solo en Argentina, para describir las formas de integración a partir de procesos masivos de inmigración en momentos de creación de los Estados-Nación.

  • La Argentina tuvo una alta tasa de inmigración, sobre todo hacia fines del siglo XIX y en el primer cuarto del siglo XX. En nuestro país, la noción del “crisol de razas” se utilizó como parte de un discurso dominante que permitía mostrar una homogeneidad en la diversidad, mediada por la acción estatal y por la idea del “paso del tiempo” como elementos centrales que operaban para el “mestizaje”, la “asimilación” y la “incorporación” de los distintos componentes de la población.

Los argentinos descendemos de los barcos

Una frase, atribuida a Octavio Paz, está relacionada con el “crisol de razas”: “Los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos…de los barcos”. Con ella se cristaliza la idea de que nuestro pueblo se formó a partir de la llegada de esos inmigrantes provenientes en su mayoría de Europa. Posiblemente, sobre la base de esto es que se dice que la Argentina es el más europeo de los países latinoamericanos, o eso se haya creído en su conformación identitaria nacional. Lo cierto es que la forma estatal de construir la identidad nacional desde fines del siglo XIX estuvo fuertemente ligada a Buenos Aires porteño y a la presencia de inmigrantes europeos, una autoimagen europea de los argentinos que fue “exportada” por Latinoamérica.

Si los argentinos descendemos de los barcos, es justo preguntarse: ¿Quiénes son aquellos que hoy se reconocen como indígenas? ¿son descendientes de quienes vivían en estas tierras desde tiempos previos a las conquistas y migraciones masivas? ¿Qué clases de ruptura genera una frase tan potente cono “descendemos de los barcos”? ¿Cómo y a quienes afecta esta forma de pensamiento?

La conquista del desierto permitió poblar el sur de su país

El avance militar-estatal sobre La Pampa y la Patagonia (1879-1885) es conocido historiográficamente como “La Conquista del Desierto”. Sin embargo, la imagen de “desierto” es anterior a ese momento: en parte, provino de la cartografía que, a medida que fue acompañando la exploración del continente americano, fue “creando el desierto” para representar los espacios desconocidos o que le eran vedados a los europeos. La imagen “desierto” se unió con la imagen del “barbado”, el “salvaje”. De ahí que el desierto se convirtiera en el lugar del cual había que “extirpar” al indígena para transformarlo en un espacio productivo y civilizado. Sin embargo, hoy podemos decir que hay una contradicción entre el acto de “conquistar” y definir al espacio como “desierto”: el desierto no se conquista, se ocupa. En cambio, si hay pueblos que lo habitan desde tiempo anteriores, entonces se conquista y no es un desierto.

Domingo Faustino Sarmiento fue un precursor del discurso “civilizatorio” en nuestro país. En 1845 escribía Civilización y Barbarie, vida de Juan Facundo Quiroga, texto que en parte produjo en abierto enfrentamiento al rosismo, pero también en respuesta a las ideas vigentes de “poblar” el país. Decía Sarmiento:

La inmensa extensión del país que está en sus extremos enteramente despoblada… el mal que aqueja a la República Argentina es la extensión: el desierto la rodea por todas partes(…) Al sur y al norte acéchenla los salvajes que aguardan las noches de luna, para caer, cual enjambres de hienas, sobre los ganados que pacen en los campos y sobre indefensas poblaciones…

Los mapuches son chilenos

La idea de “extinción” asociada a la conquista militar de Pampa y Patagonia también se basó en otros discursos que hoy en día se consideran históricamente falsos, pero que siguen teniendo aceptación en el imaginario colectivo de los argentinos. Entre ellos se destaca la idea de que “los mapuches son chilenos”, e invadieron las “pampas argentinas” tras una serie de enfrentamientos bélicos a comienzos del siglo XIX: en este proceso los “mapuches chilenos” habrían combatido y exterminado a los “tehuelches argentinos”, instalándose de ese modo en el sur del país.

Con distintos matices, este fue el argumento de la teoría de la “araucanizacion de las pampas” formulada en la década 1940 por Salvador Canals Frau. Esta mirada puso el acento en el enfrentamiento y simplificó la complejidad del proceso histórico y las diversas relaciones sociales que tenían lugar a un lado y a otro de la cordillera desde tiempos muy anteriores. Estas relaciones fueron revisadas por estudios antropológicos e históricos desde mediados de los ’80 hasta nuestros días (Bechis 1984; Nacuzzi 1998; Lazzari y Lentos 2000; Berón 2011), proporcionando evidencia histórica y arqueológica que demuestra la presencia mapuche en ambos lados de los Andes desde el siglo XI d.C

Estos hallazgos provenientes de la investigación científica se han venido confirmando durante los últimos 30 años, coincidiendo con los relatos históricos de las comunidades. Sin embargo, algunas notas editoriales de medios de comunicación de tirada nacional y regional continúan acudiendo hoy a las explicaciones originadas en los ’40 sobre la “araucanizacion de las pampas”. De este modo continúan desconociendo, ignorando o desacreditando la evidencia científica y la memoria histórica de los descendientes de los pueblos indígenas.