DEVOCIONALES

“Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo.” (Salmos 139:13)

Si somos responsables de un aborto, Dios puede y quiere perdonarnos y sanar nuestras heridas emocionales. Hablemos con Él, confesémosle nuestro dolor y permitamos que nos ayude a vencer la culpa y la vergüenza. ¡Comencemos de nuevo! ¡Hay esperanza en Jesús!

ABORTO

“Dios mío, tú fuiste quien me formó en el vientre de mi madre. Tú fuiste quien formó cada parte de mi cuerpo.” (Salmos 139:13)

Se dice mucho acerca del aborto. Quienes están a favor y los que están en contra mantienen sus posturas con firmeza y presentan argumentos para avalar lo que dicen. Pero el asunto es más complejo de lo que parece, por eso no es sencillo tratar el tema en pocas palabras.

Dios ama la vida y es el creador de todo cuanto existe. Cuando un hombre y una mujer tienen relaciones sexuales y conciben un bebé, a propósito, o sin querer, se convierten en socios de Dios en la multiplicación de la vida humana.

La Biblia es muy clara cuando explica que la existencia de una persona comienza desde el instante en que el espermatozoide fecunda el óvulo. Allí, entonces, se produce el milagro de la vida y ese pequeño embrión crecerá durante nueve meses dentro del vientre materno hasta el momento del parto.

Es por ello que causa tristeza la gran cantidad de abortos que se realizan año tras año. Si los seres humanos comprendiéramos el gran amor de Dios, quien ofrece su perdón y ayuda a quien confía de verdad en Él, haríamos del mundo un lugar mejor, en donde nadie sería forzado a perder su vida.

Cuidemos nuestro cuerpo. No tengamos relaciones sexuales promiscuamente. ¡Elijamos siempre la vida! Cuando tengamos dudas o enfrentemos las consecuencias de nuestros errores, recordemos las palabras de la Madre Teresa de Calcuta: “Una criatura es un regalo de Dios. Si no quieren a los niños, dénmelos a mí.”

Si somos responsables de un aborto, Dios puede y quiere perdonarnos y sanar nuestras heridas emocionales. Hablemos con Él, confesémosle nuestro dolor y permitamos que nos ayude a vencer la culpa y la vergüenza. ¡Comencemos de nuevo! ¡Hay esperanza en Jesús!