Meditaciones para niños

¿Por qué los cristianos no están de acuerdo?

AAhora debemos hablar de una de las cosas más terribles, más extrañas y sin embargo más maravillosas que han acontecido. ¿Recuerdan ustedes cómo Adán y Eva comieron del fruto del cual Dios les había dicho que no comieran? Esa fue la primera vez en que el pecado entró en su corazón, y en ese mismo momento les fue cambiado su cuerpo para que se hicieran viejos murieran. Y todo el mundo que les rodeaba fue diferente; espinas y cardos crecieron por todas partes; animales como los leones y los tigres sintieron el deseo de comerse a otros animales como las ovejas y también quisieron comerse a Adán y a Eva. Y todas esas cosas raras sucedieron porque Adán y Eva habían pecado.

Pero lo peor de todo es que Dios decidió que Adán y Eva vivieran para siempre lejos de El, en el Infierno. ¡No podía haber ocurrido una cosa más espantosa! ¡Cuánto desearíamos que Adán y Eva hubieran obedecido a Dios y nunca, nunca hubieran pecado!

Pero no olviden jamás que Dios amaba a Adán y a Eva, así como los ama a ustedes; y ustedes han pecado tanto como Adán y Eva y merecen tanto castigo como ellos. Y porque Dios los amó a ustedes, decidió castigar a Jesús en vez de a ustedes.

Ustedes o yo no podríamos ser castigados por los pecados de otro, porque nosotros tenemos tantos pecados propios que merecen el castigo, pero Jesús, el Hijo de Dios nunca pecó. Él era el único nacido en este mundo que podía morir por el pecado de los demás. Y Él murió por el pecado de ustedes.

¿Saben ustedes cómo murió Jesús? Unas personas que no le querían se apoderaron de Él y lo clavaron a una cruz, y allí murió. Eso hizo sufrir mucho al Señor Jesús porque los clavos traspasaron sus manos y sus pies. Pero Jesús tuvo un dolor mayor que el dolor que le causaron los clavos. No podemos todavía entender las formas en que Jesús sufrió, pero sabemos que por vez primera Dios apartó su rostro de su Hijo, y el Jesús se quedó en las tinieblas lejos de Dios. ¡Piensen en eso! Jesús, que no tenía ninguna necesidad de sufrir o de morir, quiso sufrir y morir por ustedes, y lo hizo.

Y ahora los pecados de ustedes pueden ser perdonados. Y todo el que quiera ser salvo puede tener ese mismo perdón. Si ustedes le dicen a Dios que aceptan a Jesús que murió en su lugar, Dios está dispuesto a perdonarles.

Hace unos cien años, cuando los soldados no hacían lo que los oficiales les ordenaban, eran azotados cruelmente hasta que sus espaldas sangraban. Un día los soldados que ocupaban una de las tiendas de campaña robaron dinero a los soldados de la tienda de al lado. Nadie quiso decir quién de entre ellos había robado el dinero. Así que los oficiales les dijeron que los azotarían a todos si no decían quién lo había hecho.

Uno de los soldados, el más joven de todos, se adelantó y dijo: “Castígueme a mí para que los demás no tengan que ser castigados. Yo no robé el dinero, pero yo quiero ser castigado por aquellos que lo hicieron.”

El oficial que los estaba interrogando se puso muy triste porque estaba seguro de que aquel muchacho no había robado el dinero; el muchacho era, además, muy débil, y temía que si lo castigaba se pusiera enfermo. Pero al fin se decidió a azotarlo.

Lo amarraron a un árbol y le quitaron la camisa. El primer latigazo cayó sobre las espaldas del muchacho y le hizo la primera herida, pero no gritó. Recibió el segundo latigazo y en su carne se abrió otra herida. Recibió todavía un tercer latigazo y entonces uno de los soldados, el que había robado el dinero, dio un paso al frente y dijo: “¡Dejen ya de azotarlo! Yo robé el dinero. No lo azoten más. Azótenme a mí en su lugar.”

Pero el muchacho respondió: “no, él ya me ha azotado y no te puede azotar a ti ahora. Yo he recibido azotes que tú debías haber recibido.”

Y fue así que no azotaron al soldado que había robado el dinero; porque ya habían robado el dinero; porque ya habían azotado al otro en su lugar.

Como lo temía el oficial, esa noche el valiente muchacho murió porque el castigo que le dieron fue muy superior a sus fuerzas.

Tal vez este relato les ayude a entender cómo fue que el Seños Jesucristo, el que hizo el Cielo, la tierra y a todos nosotros, vino a este mundo fue castigado para que ustedes y yo quedáramos libres.

¿Le han dado gracias a Jesús por haber muerto por ustedes?

ALGO QUE LEER EN LA BIBLIA:
Isaías 53:1-12

PREGUNTAS:
1. ¿Cuándo hizo Dios los cardos y los espinos?
2. Antes de que Adán y Eva hubieran pecado, ¿cómo eran los animales? ¿Se perseguían los unos a los otros? ¿Se comían los unos a los otros?
3. ¿Qué sucedió en el corazón de Adán y Eva cuando desobedecieron a Dios? Si no hubiera pecado en el mundo, ¿habría pleitos? ¿Por qué, por qué no?
4. ¿Podríamos ser castigados por Dios por los pecados de otro si quisiéramos ayudarle en este sentido? ¿Por qué no?

ORACIÓN:
Nuestro Dios y Padre Celestial, sabemos que aun los niños que te desobedecen necesitan al Señor Jesús para que los salve. Te damos muchas gracias porque El murió por nosotros. Ayúdanos, querido Padre, a amarle, a confiar en Él y a obedecerle siempre. En el nombre de Jesús te lo pedimos. Amén.

UN HIMNO QUE CANTAR:
Mi vida di por ti, mi sangre derramé,
La muerte yo sufrí, por gracia te salvé;
Por ti la muerte yo sufrí, ¿Qué has dado tu por mí?
Por ti la muerte yo sufrí, ¿Qué has dado tu por mí?

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